jueves, 22 de marzo de 2012

Redondillas





Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?

Cambatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Ollantay


Ollantay era un guerrero admirado y querido por todos. Llegó a conocer al Inca y a su familia, y al conocer a su hija Cusi-Coyllur (que significa "la estrella") , se enamoró perdidamente de ella. Pero estos amores fueron desgraciados, pues a pesar de ser un General importante, Ollantay era poca cosa para aspirar a desposar a la hija del Inca, quien podía aspirar a casarse solamente con alguien de su misma clase social, aunque la joven también correspondía a esos amores.
Los jóvenes decidieron consultar al sacerdote supremo, Willac-Uma, sobre cómo hacer ante los sentimientos que se profesaban.
El venerable anciano se espantó y les señaló que el Inca y su familia eran de origen divino, mientras que Ollantay era un simple mortal, por lo que no podían llevar adelante esos amores.
Los jóvenes decidieron no hacer oídos a los consejos del anciano sacerdote y desobedecer las leyes del Imperio, y se casaron en secreto.
Tiempo después, Cusi-Coyllur quiso ir a visitar a su padre, y prepararlo para la noticia de su matrimonio, creyendo que al verlos felices, aceptaría los hechos.
Cuando los jóvenes comenzaron a plantearle a Pachacutec que se querían, sólo de conocer que querían unirse, se enfadó sobremanera, recriminándoles que conocían las leyes incaicas. Dijo que enviaría a Cusi-Coyllur al Templo de Acllahuasi, la casa de la sacerdotisa suprema del Sol, y ordenó a Ollantay ir a su acuartelamiento.
Ninguno de los jóvenes se atrevió a enfrentarlo, ni le contaron de su matrimonio secreto y de que Cusi-Coyllur estaba esperando un hijo, pues sabían que se los condenaría a la muerte, de hacerlo en ese momento.
Partieron, pues, Ollantay hacia sus cuarteles, y Cusi-Coyllur hacia el Templo del Sol.
Pasados unos meses, Cusi-Coyllur, que era tratada bien por las otras mujeres, dio a luz a una niña, a la que llamó Ima-Sumac ("La más bella"). Se la quitaron inmediatamente, para llevarla a otra parte del Templo.
Ollantay, en sus cuarteles, estuvo preso de una gran melancolía, y razonando los hechos, llegó a la conclusión de que las leyes del Imperio Incaico eran injustas. Reunió a un grupo de guerreros y marchó hacia Ollantay-Tampu, en el Valle Sagrado de los Incas, decidido a rebelarse contra Pachacutec.
Los guerreros de Ollantay vencieron al ejército del Inca y ocuparon la fortaleza.
Pero un general del Inca, Ruminawi ("Ojo de piedra"), simulando ser desertor, se unió a los guerreros de Ollantay, y cuando éstos dormían, rendidos por las luchas, éste abrió las puertas a los soldados del Inca, que rápidamente redujeron a los durmientes.
El rebelde y su lugarteniente Urco-Warranca fueron enviados encadenados al Cuzco.
En el camino vieron llegar a un mensajero, que traía la noticia de la muerte del Inca Pachacutec, diciendo que al día siguiente asumiría su hijo Túpac Yupanqui, y que quería recibir a los prisioneros.
El prisionero Ollantay, preocupado por la situación en que se encontraba, la poco honorable muerte que le esperaba, y el ignorar qué había sido de su esposa y de su hija, fue llevado al mediodía ante el nuevo Inca, al que conocía desde chico.
Cuándo el Inca Túpac Yupanqui le increpó por su rebelión, Ollantay expuso sus ideas, diciendo que no se rebeló contra el Inca sino contra las injustas leyes del imperio, que un hombre puede ser Dios y otro simplemente humano, y que no se pueden unir ambos. Dijo también que esas leyes no sostenían el imperio, sino que el Imperio se mantenía a pesar de ellas.
El joven Inca lo miró, y dijo que esas palabras coincidían con lo que él siempre había pensado, por lo que lo perdonó y declaró un hombre libre con sus títulos y honores. Hizo traer a su hermana Cusi-Coyllur, declarando que era la esposa legítima de Ollantay, así como la hija, de su legítimo matrimonio.
Así, Ollantay y Cusi-Coyllur se radicaron en el Cuzco y vivieron allí, y formaron una familia que sirvió al imperio durante muchos años.

Cartas de relación de Hernán Cortés


Cartas de Relaciòn de Hernàn Cortès
Fragmento
Esta gran ciudad de Tenochitlàn esta fundada en esta laguna salada y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad. Por cualquiera parte que quisieran entrar a  ella, hay dos leguas. Tiene 4 entradas, todas de Calzada hecha a mano, tan ancha como 3 lanzas jinetas. Es tan grande como la cuidad de Sevilla Y Còrdoba.
Tiene esta cuidad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de compra y vender. Tiene otra plaza tan grande como 2 veces la Ciudad de Salamanca; Toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de 60,000 almas comprando y vendiendo, donde hay todos los géneros de mercadurias que entodas las tierras se halla asì como de mantenimientos como bitoallas. Joyas de oro y de plata, de plomo, de latòn,de cobre , estaño, de piedras de huesos de conchas de caracoles y de plumas, Vendese cal, piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay calle de casa donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra.

Chilam Balam


El Libro de Chilam Balam
“La palabra de los dioses se ha vuelto ininteligible, o bien esos dioses se han callado”, escribió Todorov, quien recoge una pregunta desgarradora que se repite incansablemente y sin respuesta en el libro maya del Chilam Balam: “¿Cuál será el profeta, cuál será el sacerdote que dé el sentido verdadero de la palabra de este libro?”.
Escrito mucho tiempo después de la Conquista, durante el siglo XVIII, las profecías del Chilam Balam eran retrospectivas: “Estas cosas se cumplirán, nadie podrá detenerlas”; “Hay que amar esas palabras como se aman las piedras preciosas, pues nos hablan de la futura introducción del Cristianismo”.
El Chilam Balam de Chumayel narra un mito originario similar al Popol Vuh, donde los dioses del inframundo dominaban y tenían cautivo al universo.
En clave apocalíptica, al igual que otros relatos mesiánicos de la época de la conquista, el Chilam Balam relata la destrucción y el renacimiento de los nueve niveles del inframundo y los trece cielos, el robo de la Gran Serpiente, el desmoronamiento del cielo, y el hundimiento de la tierra.

Popol Vuh


El Popol Vuh es sin lugar a dudas el más importante de los textos mayas que se conservan. Se distingue no sólo por su extraordinario contenido histórico y mitológico, sino por sus cualidades literarias, 
las que permiten que se le pueda colocar a la altura de grandes obras épicas como el Ramayana hindú o la Ilíada y la Odisea griegas. Como éstas, el Popol Vuh no es un simple registro histó-rico, es a final de cuentas –como bien ha dicho Alan J. Christenson, autor de un reciente estudio y una traducción del texto quiché– una declaración universal sobre la naturaleza del mundo y el papel del hombre en él.

Las distintas maneras en que los mayas quiché se referían al Popol Vuh dan una buena idea de la importancia y el papel que tenía para ellos. El nombre mismo de Popol Vuh (Libro del Consejo) hace referencia a su uso; los antiguos señores mayas consultaban manuscritos pictóricos durante las reuniones en que discutían asuntos de gobierno. Los quiché habrían obtenido el manuscrito pictórico –del que derivó la versión en el alfabeto latino del Popol Vuh que conocemos ahora– durante una peregrinación a la costa oriental de la península de Yucatán, por lo que también conocían al documento como Saq Petenaq ch’aqa Palo, “La luz que vino de junto al mar”. Además, lo llamaban Qa Mujib’al,“Nuestro lugar en las sombras”, ya que hablaba sobre una época en que el mundo se encontraba en la oscuridad, o Saq K’aslem,“El amanecer de la vida”, porque cuenta cómo la estrella de la mañana y el Sol y la Luna trajeron la luz al mundo, y cómo sus propios ancestros habrían surgido de un gran bosque para fundar el reino quiché.
Es muy posible que aquel manuscrito fuera similar a los códices mayas que se han
conservado. Los códices, como el que inspiró el Popol Vuh, fueron considerados peligrosos por los evangelizadores, quienes buscaron con afán destruirlos y aun así algunos fueron conservados en secreto durante cientos de años. Posiblemente esto fue lo que llevó a los autores del Popol Vuh a tratar de conservarlo trasladándolo al alfabeto latino. Esos autores prefirieron permanecer en el anonimato –tal vez porque esos libros habían sido expresamente prohibidos– pero fueron enfáticos al señalar que la historia que presentan está basada en un antiguo manuscrito. En la introducción al Popol Vuh indican que transcribieron la ojer tzij,“antigua palabra”, mientras se encontraban en la uch’ab’al Dios, “plática sobre Dios”. Quienes compilaron el Popol Vuh lograron transmitir la historia y las creencias religiosas de los antiguos mayas de las Tierras Altas sin incluir elementos de los colonizadores europeos; el libro contiene muy poca influencia directa de la visión cristiana del mundo.
El lugar en que probablemente se elaboró el
Popol Vuh fue Santa Cruz del Quiché, Guatemala, una ciudad fundada por los españoles en las cercanías de la antigua capital quiché: Cumarchac, también conocida como Utatlan. Al igual que los autores de las inscripciones en los monumentos de las antiguas ciudades en las Tierras Bajas mayas, los del Popol Vuh eran miembros de los linajes nobles. Escribieron las secciones históricas de ese libro desde la perspectiva de los linajes Kaweq, Nijayib’ y Ajaw K’iche, los que ostentaban los títulos de más alto rango entre los señores del reino quiché. Se trata de tres señores (uno por cada linaje gobernante) que llevan el título de nim chokoj, “maestro de ceremonias”. A estos tres personajes en conjunto se le conocía también como u chuch tzij u qajaw tzij, “madres de la palabra, padres de la palabra”, lo que arroja luz sobre las razones que hicieron de ellos los encargados de conservar la “antigua palabra”, por medio de la escritura alfabética. El nombre de uno de ellos, Cristóbal Velasco, se conoce por otras fuentes quiché. Era el maestro de ceremonias del linaje Kaweq, aunque poco más se sabe sobre él.
Los códices se utilizaban como guías para relatos míticos e históricos largos y complejos, cuya forma final se basaba en gran medida en una rica y antigua tradición oral. Los propios autores de la transcripción al alfabeto latino del
Popol Vuh se referían al manuscrito pictórico en que se basaron como un ilb’al, “instrumento para ver”, término que aún se usa para referirse al cuarzo utilizado por los sacerdotes quichés en sus ritos de adivinación. Los gobernantes quichés consultaban el Popol Vuh en tiempos díficiles, para vislumbrar el futuro. Así, no es de extrañar que la posesión de esos libros fuera tan importante para los mayas de la época prehispánica y que para las comunidades de las Tierras Altas sea una cuestión de prestigio el preservar antiguos libros y manuscritos.
Los códices mayas conocidos, así como las inscripciones en estelas y otros monumentos, contienen textos breves y concisos, con referencias a fechas, personajes y eventos. Por lo general, estos textos estaban acompañados por imágenes que ayudaban a comprenderlos mejor. Ninguno de los textos que se conocen contiene los recursos retóricos, las detalladas descripciones, los comentarios y los diálogos que se encuentran en el
Popol Vuh. Por ello, es probable que éste sea producto de tradiciones orales basadas en alguna medida en los detalles míticos e históricos esbozados en los textos glíficos y las ilustraciones asociadas que se encontraban en los códices.
Los autores del
Popol Vuh en el alfabeto latino señalan que había dos maneras de leer esos libros: la adivinatoria y la narrativa. La lectura adivinatoria implicaba deliberaciones cuyo propósito era elaborar una declaración poética que arrojara luz sobre eventos futuros o zonas oscuras del pasado. Una lectura narrativa significaba contar las historias que subyacían tras las tablas astronómicas, las imágenes y los poemas, y que en parte se basaban en la tradición oral. La versión del Popol Vuh es producto de una lectura narrativa. Sus autores incluyeron referencias astronómicas, descripciones de imágenes y narraciones, pero las integraron en una historia más amplia.

El mito de la doncella Ixquic


El mito de la doncella Ixquic
¡Ahhh! –exclamó que frutos don los que me produce este árbol ¡No es admirable ver como se ha cubierto de frutos!,  me he de morir, me perderé si corto uno de ellos , dijo la doncella “habló entonces la calavera que estaba entre las ramas del árbol y dijo -         Que es lo que quieres, estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol no son más que calaveras. Así dijo la cabeza de Hun – Huanaphu dirigiéndose a la joven. Por ventura los deseas agregó – Si los dese contestó la joven.
-Muy bien dijo la calavera. Extiende hacia acá tu mano derecha.
-Bien , replico la joven, y levantando su mano derecha la extendió en dirección a la calavera. En este instante la calavera lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente en la palma de la mano de la doncella. Mirose esta rápidamente con atención la palma de la mano. Pero la saliva de la calavera ya no estaba en su mano –En mi saliva y en mi baba te he dado mi descendencia dijo la voz en el árbol. Ahora mi cabeza ya no tiene nada encima, no es más que una calavera despojada de la carne. Así es la cabeza de los grandes príncipes, la carne es lo único que les da una hermosa apariencia. Y cuando mueren  espántense los hombres a causa de los huesos. Así es también la naturaleza de los hijos  que son como la saliva y la baba, ya sean hijos de un señor,  de un hombre sabio o de un orador. Su condición no se pierde cuando se van, sino se hereda; No se distingue ni desaparece la imagen del señor, del hombre sabio o del orador, sino que la dejan a sus hijas y a los hijos que engendran                             (Fragmento)

Códice de Paris

Còdice de Paris
Manuscritos pintados, libros sagrados, pinturas, santo ju’uno’ob, ventanas hacia lo sobrenatural, guías del cosmos: los códices fueron esenciales para el funcionamiento y ejercicio cotidiano del sacerdocio maya. El Códice París se ocupa al menos de ocho temas, entre ellos anotaciones históricas, almanaques adivinatorios e incluso movimientos de las constelaciones.
Los tres códices mayas reconocidos reciben el nombre de las ciudades donde se encuentran: Dresde, Madrid y París. Descubiertos en el siglo XIX, cuando se encontraban en manos de coleccionistas, han sido estudiados por infinidad de investigadores de todas las naciones y es común considerarlos reliquias u objetos de arte y describir sus características físicas o estéticas de acuerdo con esta valoración. Para entender el papel que les otorgaron los mayas mismos, en cambio, debe tomarse en cuenta la mentalidad maya, adentrándose en la visión indígena del mundo.
Para desentrañar el significado de las misteriosas páginas pintadas recurrimos a la arqueología, la epigrafía, la historia del arte, la lingüística, la etnohistoria y la etnografía; abrevamos en los escritos de nuestros antecesores –Ernst Forstemann, Eduard Seler y Alfred M. Tozzer–; pasamos años trabajando en campo, en bibliotecas y archivos; asistimos a reuniones, conferencias o simposios. Finalmente, presentamos nuestros humildes descubrimientos a los colegas y al público, con la esperanza de acercarnos a nuestras metas.
Personalmente, considero esencial tener en mente el punto de vista de los sacerdotes, ya que estos libros fueron las herramientas de su profesión. Mi trabajo etnográfico de campo en Yucatán fue, en este sentido, revelador. Tres hombres llegaron desde lejos, por veredas de la selva, hasta un pequeño poblado al norte de Valladolid, hasta la casa con techo de guano del chamán del lugar; consultaron a don Esteban en tono callado, llenos de incertidumbre. La esposa de uno de ellos estaba gravemente enferma y ningún médico podía sanarla. Oculto en la oscuridad de un rincón, recogí la conversación en mi cuaderno, con mi cámara y mi grabadora.
Estirándose, don Esteban sacó de lo alto de su altar un libro empolvado, envuelto en periódico. Extendió las páginas y con cuidado desenvolvió una vieja lámina con símbolos esotéricos; era un libro de oráculos publicado en la ciudad de México en 1950 y usado para adivinar, decir la buena fortuna y curar. Los tres visitantes escuchaban atentamente mientras don Esteban adivinaba la enfermedad de la mujer y recomendaba remedios acordes con la consulta en su libro sagrado. Me recorrió un estremecimiento mientras presenciaba el uso del equivalente moderno de un códice antiguo.