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Las distintas maneras en que los mayas quiché se
referían al Popol Vuh dan una buena idea de la importancia y el papel que
tenía para ellos. El nombre mismo de Popol Vuh
(Libro del Consejo) hace referencia a su uso; los antiguos señores mayas
consultaban manuscritos pictóricos durante las reuniones en que discutían
asuntos de gobierno. Los quiché habrían obtenido el manuscrito pictórico –del
que derivó la versión en el alfabeto latino del Popol Vuh que conocemos ahora– durante una peregrinación a
la costa oriental de la península de Yucatán, por lo que también conocían al
documento como Saq Petenaq ch’aqa Palo, “La luz que vino de junto al mar”.
Además, lo llamaban Qa Mujib’al,“Nuestro lugar en las sombras”, ya que
hablaba sobre una época en que el mundo se encontraba en la oscuridad, o Saq
K’aslem,“El amanecer de la vida”, porque cuenta cómo la estrella de la mañana
y el Sol y la Luna trajeron la luz al mundo, y cómo sus propios ancestros
habrían surgido de un gran bosque para fundar el reino quiché.
Es muy posible que aquel manuscrito fuera similar a los códices mayas que se han El lugar en que probablemente se elaboró el Popol Vuh fue Santa Cruz del Quiché, Guatemala, una ciudad fundada por los españoles en las cercanías de la antigua capital quiché: Cumarchac, también conocida como Utatlan. Al igual que los autores de las inscripciones en los monumentos de las antiguas ciudades en las Tierras Bajas mayas, los del Popol Vuh eran miembros de los linajes nobles. Escribieron las secciones históricas de ese libro desde la perspectiva de los linajes Kaweq, Nijayib’ y Ajaw K’iche, los que ostentaban los títulos de más alto rango entre los señores del reino quiché. Se trata de tres señores (uno por cada linaje gobernante) que llevan el título de nim chokoj, “maestro de ceremonias”. A estos tres personajes en conjunto se le conocía también como u chuch tzij u qajaw tzij, “madres de la palabra, padres de la palabra”, lo que arroja luz sobre las razones que hicieron de ellos los encargados de conservar la “antigua palabra”, por medio de la escritura alfabética. El nombre de uno de ellos, Cristóbal Velasco, se conoce por otras fuentes quiché. Era el maestro de ceremonias del linaje Kaweq, aunque poco más se sabe sobre él. Los códices se utilizaban como guías para relatos míticos e históricos largos y complejos, cuya forma final se basaba en gran medida en una rica y antigua tradición oral. Los propios autores de la transcripción al alfabeto latino del Popol Vuh se referían al manuscrito pictórico en que se basaron como un ilb’al, “instrumento para ver”, término que aún se usa para referirse al cuarzo utilizado por los sacerdotes quichés en sus ritos de adivinación. Los gobernantes quichés consultaban el Popol Vuh en tiempos díficiles, para vislumbrar el futuro. Así, no es de extrañar que la posesión de esos libros fuera tan importante para los mayas de la época prehispánica y que para las comunidades de las Tierras Altas sea una cuestión de prestigio el preservar antiguos libros y manuscritos. Los códices mayas conocidos, así como las inscripciones en estelas y otros monumentos, contienen textos breves y concisos, con referencias a fechas, personajes y eventos. Por lo general, estos textos estaban acompañados por imágenes que ayudaban a comprenderlos mejor. Ninguno de los textos que se conocen contiene los recursos retóricos, las detalladas descripciones, los comentarios y los diálogos que se encuentran en el Popol Vuh. Por ello, es probable que éste sea producto de tradiciones orales basadas en alguna medida en los detalles míticos e históricos esbozados en los textos glíficos y las ilustraciones asociadas que se encontraban en los códices. Los autores del Popol Vuh en el alfabeto latino señalan que había dos maneras de leer esos libros: la adivinatoria y la narrativa. La lectura adivinatoria implicaba deliberaciones cuyo propósito era elaborar una declaración poética que arrojara luz sobre eventos futuros o zonas oscuras del pasado. Una lectura narrativa significaba contar las historias que subyacían tras las tablas astronómicas, las imágenes y los poemas, y que en parte se basaban en la tradición oral. La versión del Popol Vuh es producto de una lectura narrativa. Sus autores incluyeron referencias astronómicas, descripciones de imágenes y narraciones, pero las integraron en una historia más amplia. |
jueves, 22 de marzo de 2012
Popol Vuh
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