Los
jóvenes decidieron consultar al sacerdote supremo, Willac-Uma, sobre cómo hacer
ante los sentimientos que se profesaban.
El
venerable anciano se espantó y les señaló que el Inca y su familia eran de
origen divino, mientras que Ollantay era un simple mortal, por lo que no podían
llevar adelante esos amores.
Los
jóvenes decidieron no hacer oídos a los consejos del anciano sacerdote y
desobedecer las leyes del Imperio, y se casaron en secreto.
Tiempo
después, Cusi-Coyllur quiso ir a visitar a su padre, y prepararlo para la
noticia de su matrimonio, creyendo que al verlos felices, aceptaría los hechos.
Cuando
los jóvenes comenzaron a plantearle a Pachacutec que se querían, sólo de
conocer que querían unirse, se enfadó sobremanera, recriminándoles que conocían
las leyes incaicas. Dijo que enviaría a Cusi-Coyllur al Templo de Acllahuasi,
la casa de la sacerdotisa suprema del Sol, y ordenó a Ollantay ir a su
acuartelamiento.
Ninguno
de los jóvenes se atrevió a enfrentarlo, ni le contaron de su matrimonio
secreto y de que Cusi-Coyllur estaba esperando un hijo, pues sabían que se los
condenaría a la muerte, de hacerlo en ese momento.
Partieron,
pues, Ollantay hacia sus cuarteles, y Cusi-Coyllur hacia el Templo del Sol.
Pasados
unos meses, Cusi-Coyllur, que era tratada bien por las otras mujeres, dio a luz
a una niña, a la que llamó Ima-Sumac ("La más bella"). Se la quitaron
inmediatamente, para llevarla a otra parte del Templo.
Ollantay,
en sus cuarteles, estuvo preso de una gran melancolía, y razonando los hechos,
llegó a la conclusión de que las leyes del Imperio Incaico eran injustas.
Reunió a un grupo de guerreros y marchó hacia Ollantay-Tampu, en el Valle
Sagrado de los Incas, decidido a rebelarse contra Pachacutec.
Los
guerreros de Ollantay vencieron al ejército del Inca y ocuparon la fortaleza.
Pero
un general del Inca, Ruminawi ("Ojo de piedra"), simulando ser
desertor, se unió a los guerreros de Ollantay, y cuando éstos dormían, rendidos
por las luchas, éste abrió las puertas a los soldados del Inca, que rápidamente
redujeron a los durmientes.
El
rebelde y su lugarteniente Urco-Warranca fueron enviados encadenados al Cuzco.
En
el camino vieron llegar a un mensajero, que traía la noticia de la muerte del
Inca Pachacutec, diciendo que al día siguiente asumiría su hijo Túpac Yupanqui,
y que quería recibir a los prisioneros.
El
prisionero Ollantay, preocupado por la situación en que se encontraba, la poco
honorable muerte que le esperaba, y el ignorar qué había sido de su esposa y de
su hija, fue llevado al mediodía ante el nuevo Inca, al que conocía desde
chico.
Cuándo
el Inca Túpac Yupanqui le increpó por su rebelión, Ollantay expuso sus ideas,
diciendo que no se rebeló contra el Inca sino contra las injustas leyes del
imperio, que un hombre puede ser Dios y otro simplemente humano, y que no se pueden
unir ambos. Dijo también que esas leyes no sostenían el imperio, sino que el
Imperio se mantenía a pesar de ellas.
El
joven Inca lo miró, y dijo que esas palabras coincidían con lo que él siempre
había pensado, por lo que lo perdonó y declaró un hombre libre con sus títulos
y honores. Hizo traer a su hermana Cusi-Coyllur, declarando que era la esposa
legítima de Ollantay, así como la hija, de su legítimo matrimonio.
Así,
Ollantay y Cusi-Coyllur se radicaron en el Cuzco y vivieron allí, y formaron
una familia que sirvió al imperio durante muchos años.
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